Ya les comenté que la filosofía estoica maneja un concepto muy poderoso que se llama la dicotomía del control, según el cual, básicamente, debemos ser capaces de diferenciar entre lo que podemos controlar y lo que no. Incluso va más allá y propone que debemos lograr la tranquilidad interior y la eficacia exterior. La primera, llamada ataraxia, consiste en lograr la tranquilidad, y la segunda consiste en alcanzar nuestros objetivos. Si analizamos estos conceptos, nos damos cuenta de que lo que proponen los estoicos es que podemos vivir tranquilos y lograr nuestras metas si somos capaces de diferenciar lo que controlamos y lo que no, y actuamos en consecuencia.
La explicación es muy sencilla: si nosotros nos preocupamos mucho y dedicamos demasiado tiempo a cosas que no podemos controlar, vamos a perder el foco y no vamos a poder conseguir lo que deseamos y que depende de nosotros. Si analizamos los motivos que nos generan insatisfacción en nuestra vida, vamos a darnos cuenta de que la mayoría son cosas que escapan a nuestro control. Y las cosas que nos generan bienestar y placer dependen, normalmente, de nuestra voluntad.
Otra dicotomía en nuestra vida es que sabemos que los seres humanos no somos ni 100 % buenos ni 100 % malos, ya que todos somos una mezcla de las dos cosas. Repito una frase que pienso que tiene un gran valor: a las personas que queremos las queremos a pesar de sus defectos y a las personas que no queremos las queremos a pesar de sus virtudes. Lo importante es que tratemos de encontrarle su lado positivo a cada persona que conozcamos en el camino, pues con toda seguridad lo tiene.
Lo mismo pasa con las situaciones. Todos vivimos experiencias que nos generan mucho dolor, tristeza, temor, incertidumbre o cualquier otro sentimiento negativo. Y por fuerte o dura que sea una experiencia, llega el momento en el que entendemos que eso que nos pasó tenía que pasar y terminamos siendo conscientes de que algo bueno nos dejó.
Podríamos pensar que cada persona que conocemos o que cada situación que vivimos la podemos calificar de positiva o de negativa. Realmente, esto va a depender de los juicios que nosotros mismos emitamos. Puede haber una parte nuestra que lo vea como algo muy positivo y otra parte que nos ponga a dudar y nos haga ver esto como algo muy negativo. ¿De qué depende nuestra decisión? Simple: de cuál de las dos versiones alimentemos con nuestros pensamientos.
Si nosotros logramos comprender que absolutamente todo lo que nos sucede tiene el potencial de ser algo positivo, vamos a estar en capacidad de disfrutar lo que a simple vista es positivo y de convertir en aprendizaje los sucesos negativos.