Ahora que ya tenemos claro nuestro propósito superior, nuestro modelo de negocio o de vida validado y documentado, al igual que una estrategia clara de lo que queremos lograr y cómo aspiramos a lograrlo, podemos enfocarnos en la ejecución. Aunque es fundamental contar con planes de acción detallados y con un equipo que comprenda a la perfección nuestra estrategia y nuestro propósito superior, debemos entender que durante la ejecución las condiciones siempre son cambiantes.
Cuando nos enfrentamos al reto de la ejecución, vamos a encontrar que, en algunos casos, se requiere una dosis de improvisación, debido a que las condiciones de la economía, de las leyes, de la tecnología, de las necesidades de nuestros clientes o de nuestro equipo de trabajo cambian constantemente. Esto significa que debemos comprender que a veces es necesario salirnos de nuestro libreto e improvisar.
Es más, debemos estar abiertos a que a lo largo del proceso haya que replantear algunos planes de acción u objetivos. Esto es parte de una buena ejecución, que consiste en darnos cuenta a tiempo de que las condiciones externas o internas cambiaron; también es posible que nuestros aciertos o errores nos hagan ver que debemos realizarle modificaciones a nuestra estrategia.
Quisiera hacer una analogía que involucra tres temas por los que siento una gran pasión: la música, el fútbol y la estrategia. A pesar de ser melómano, no sé mucho de música, y uno de los géneros en el que parte del espectáculo, posiblemente la más importante, y del goce de los intérpretes y de la audiencia involucra altas dosis de improvisación. Es común ver en los conciertos de jazz solos de saxo, de piano, de batería, de trompeta, bajo u otros instrumentos. En estos solos, podemos ver cómo los integrantes del grupo se incorporan a la improvisación de quien está haciendo el solo. Esta improvisación tiene un gran valor para los amantes del jazz, es casi un momento sagrado dentro de los conciertos. Cuando yo analizo el valor de estas improvisaciones en el jazz, entiendo que la improvisación tiene un gran valor. Otro ejemplo muy válido, cuando hablamos de improvisación, es el fútbol. Un buen técnico, normalmente, tiene una gran capacidad para que sus jugadores entiendan lo que se busca en cada etapa de un partido o de un campeonato, y esta capacidad incluye instrucciones precisas a cada futbolista para lograr las metas y los objetivos trazados. En otras palabras, tiene una estrategia, una forma de ejecutarla con tácticas, y se la transmite a sus dirigidos.
Ahora, si todos los jugadores se limitaran únicamente a seguir las instrucciones de sus técnicos, no existirían genios como Pelé, Maradona, Messi, Cristiano Ronaldo, “el Pibe” Valderrama, Falçao o muchos otros que han hecho del fútbol el mejor y más popular espectáculo deportivo del planeta. Un técnico tiene que estar en capacidad de reconocer cuando en su equipo hay jugadores que pueden marcar la diferencia al improvisar en la cancha. También debe darles seguridad para que, cuando lo consideren prudente y necesario, improvisen.
Un técnico que no empodere a estos jugadores con un talento especial estaría desaprovechando las grandes fortalezas de sus futbolistas, lo que probablemente lo llevaría a desperdiciar oportunidades de ganar partidos y campeonatos. En conclusión, cuando vamos a ejecutar nuestros planes de acción, debemos permitirnos y permitirles a nuestros colaboradores improvisar cuando las condiciones lo ameriten. Al analizar nuestros recursos, sobre todo el factor humano, debemos identificar a las personas a las que más debemos empoderar para que, cuando sea prudente y necesario, se salgan del libreto. Algunas veces va a funcionar y otras veces no, pero es muy probable que dar a ciertos integrantes del equipo la opción de improvisar sea muy conveniente.